Claudia Collao y Urbanidad Decantada: después de cuatro décadas de resistencia en su taller

El arte urbano transfigurado en un proceso pictórico no convencional

La exposición Urbanidad Decantada: La destilación del arte urbano en la galería, de la artista Claudia Collao Cavieres, se presenta en el Centro Patrimonial Posada del Corregidor como un gesto de traslación y resistencia. A partir de un trabajo sistemático en el taller, la artista aborda el cruce entre el lenguaje directo del grafiti y la densidad matérica del óleo sobre tela. Lejos de la inmediatez del spray y de lo espectacular propio del muro urbano, Collao destila el pulso del arte callejero hacia un soporte que impone tiempos lentos, capas y retornos, exigiendo silencio y detenimiento.

El peso del fango. Óleo sobre lienzo. 120×90 cm. 2025

Este tránsito no constituye una negación del grafiti, sino una intensificación de su potencia simbólica. Lo que se traslada al espacio de la galería no son los códigos literales de la calle, sino su energía disruptiva, su dimensión política y su carácter de rebeldía. El gesto pictórico de Collao funciona como un puente: entre el ruido urbano y la introspección del taller, entre la irrupción callejera y la paciencia de la técnica clásica.

La artista subraya la precariedad de su práctica: sin apoyo institucional ni respaldo comercial, su trabajo se instala en la contradicción de sostener un quehacer que ha sido marginado de las lógicas de mercado. En esa decisión se afirma la resistencia, tanto personal como colectiva: resistir es crear, persistir es visibilizar lo que no quiere ser subsumido por la urgencia de lo inmediato.

El color, la mancha y la tensión entre figura y abstracción construyen un lenguaje que oscila entre lo reconocible y lo incierto. En esa oscilación se cuelan las huellas del presente: crisis urbanas, digitales, ambientales. Pero no desde el vértigo de la noticia, sino desde una experiencia que se enraíza en lo matérico, en la necesidad vital de “hacer visible lo que insiste en dejarse fuera”. La propuesta de Collao expone así la posibilidad de un arte urbano que se destila, se transforma y se renueva en el espacio expositivo, sin perder su filo político ni su carga simbólica.

Claudia Collao

Mirando tu trayectoria, ¿qué momentos consideras decisivos para tu relación con el arte urbano y su proyección en la galería?

Mi relación con el arte urbano no nace desde una práctica directa del grafiti, sino desde una convivencia intensa con la ciudad y sus capas visuales. Desde niña me impactaron las grandes letras pintadas en muros durante las campañas políticas de los 70, verdaderas imágenes de propaganda que ocupaban el espacio público con fuerza. Más tarde, en los 80, vivir en Santiago y luego en París me marcó profundamente: fueron años en que las paredes hablaban, cargadas de mensajes políticos, estéticos y de resistencia. Y el estallido social volvió a reactivar esa energía, con calles transformadas en lienzos colectivos y potentes. Toda esa memoria quedó grabada como archivo visual y emocional, que hoy destilo en pintura. Mi trabajo en galería es, en cierto modo, traer esa energía callejera —con su crudeza, humor y caos— a un espacio controlado, sin perder su potencia.

Has elegido llamar a tu exposición Urbanidad Decantada y utilizas la palabra “destilar” para referirte a tu relación con el grafiti. ¿Qué sentido tiene para ti esa metáfora de la destilación y cómo dialoga con la idea de una urbanidad que se decanta en el espacio de la galería?

“Destilar” es una forma de hablar del proceso lento y reflexivo que hago en pintura: tomo elementos que provienen del grafiti, de los afiches rotos, de los muros pintarrajeados, pero los someto a una especie de filtro personal. No es reproducción ni apropiación literal, sino un trabajo de síntesis; separo la “esencia” de la saturación urbana para transformarla en lenguaje plástico. En la galería, esa urbanidad se presenta depurada, pero no domesticada: sigue teniendo ruido, capas y accidentes que remiten a la calle, solo que ahora decantados en un soporte pictórico.

En tu texto mencionas que trabajar fuera del respaldo institucional o comercial es también un acto de rebeldía. ¿Qué significa para ti resistir desde el arte hoy y desde los 80? Son muchos años de perseverancia….

En los 80 yo era estudiante y todavía estaba dentro de mi entorno familiar, así que mi experiencia fue distinta a la de artistas que debían sostenerse completamente en un contexto de dictadura. Sin embargo, resistir desde el arte significaba igual crear en un espacio donde cada gesto podía leerse como político, y el arte se vivía como un lenguaje paralelo cargado de significados. Al salir de mi entorno familiar y emigrar a Europa, y luego volver en los 90, me encontré con una realidad más autónoma y, sorprendentemente, no tan difícil de sostener económicamente. Existía un espacio real para el trabajo hecho a mano: se podía ejercer el oficio, construir la práctica y vivir del arte manual. Ese escenario cambió con la llegada de la impresión digital y la 3D, que comenzaron a desdibujar la relevancia del trabajo artesanal. Hoy, resistir significa mantener la pintura como práctica manual, lenta y reflexiva, en un mundo saturado de imágenes inmediatas y productividades digitales. Persistir en la pintura, sin someterse del todo a las lógicas del mercado o de la moda, es también una declaración de principios

La tensión entre figura y abstracción atraviesa tu obra. ¿Qué papel juegan el color y la mancha en la construcción de ese lenguaje que oscila entre lo reconocible y lo abstracto? ¿Por qué elegiste este lenguaje?

El color y la mancha son protagonistas. Son lo que me permite construir atmósferas cargadas, sugerir formas sin definirlas del todo y mantener esa frontera difusa entre lo reconocible y lo irreconocible. La línea negra, además, tiene un papel central: remite directamente al arte callejero y al grafiti, y me permite organizar el espacio de la pintura, generar contornos y ritmos que conectan con esa energía urbana. Ese lenguaje surge de una necesidad: quiero que el espectador complete la obra, que su mirada arme el relato a partir de fragmentos. La abstracción me da libertad; la figuración, anclaje. El color es energía, emoción directa; la mancha, memoria del gesto; y la línea negra, vínculo con la calle y la escritura urbana. Juntos crean un espacio de tensión donde la pintura respira.

Fast food, óleo sobre lienzo,130×90 cm. 2024

La muestra estará abierta hasta el 27 de septiembre en Posada del Corregidor. Dirección: Esmeralda 749, entre San Antonio y Mac Iver, Metros Bellas Artes y Plaza de Armas (Línea 5)
Entrada liberada

Teléfono:
(56) 226335573

Horarios:
Visitas sin inscripción previa
Martes a viernes de 10:00 a 13:00 horas. / 14:00 a 17:00 horas.
Sábado 10:00 a 13:00 horas