Después de un extenso receso, la Factoría Santa Rosa vuelve a encender sus luces y abrir sus puertas al público. Pero esta no es simplemente una reapertura: se trata de una declaración de principios. Ubicada en el corazón del Barrio Bío Bío, la Factoría regresa con una renovada propuesta curatorial y una energía que la posiciona, una vez más, como uno de los núcleos más relevantes del arte contemporáneo en Santiago.
En esta nueva etapa, la Factoría se alía con Galería 314 —colectivo que hasta hace poco operaba en el espacio contiguo— para dar vida a una nueva edición de Temporal de Arte, feria que conjuga exhibición, venta directa y vinculación con el público, en un formato que busca democratizar el acceso al arte y propiciar el encuentro con sus creadores.
Una feria con vocación de barrio
Temporal de Arte no es una feria tradicional. Aquí no hay stands fríos ni intermediarios distantes. En cambio, los propios artistas —de trayectorias diversas y lenguajes múltiples— estarán presentes para dialogar con el público y ofrecer sus obras a precios accesibles. El foco no está puesto únicamente en la venta, sino en el intercambio simbólico y humano que se produce cuando el arte deja el cubo blanco y se inserta en una comunidad viva, como lo es el Barrio Bío Bío.
Esta edición de la feria marca un punto de inflexión para la Factoría: por primera vez se abre un nuevo salón expositivo, pensado para acoger una programación que combine artistas emergentes con nombres ya reconocidos del circuito visual chileno. Además, la incorporación de dos artistas invitados —elegidos por convocatoria abierta y bajo criterios curatoriales definidos por los equipos organizadores— introduce un componente de apertura que refresca la escena.
Un ecosistema creativo en expansión
Más allá de la feria, la Factoría Santa Rosa se proyecta como un ecosistema en sí mismo. El edificio —una antigua estructura industrial reciclada— alberga talleres, residencias y espacios de formación artística que conviven y se retroalimentan. Entre los artistas que desarrollan obra en el lugar se encuentra Carlos Altamirano, referente del arte chileno contemporáneo, cuya práctica actual puede observarse en pleno proceso. Su taller, más que un espacio cerrado, funciona como una cápsula viva de creación en constante transformación.
La artista Natalia Gajardo, en tanto, habita una zona liminar entre lo sagrado y lo profano. Con una formación que cruza las artes visuales y el diseño de moda, su trabajo combina fotografía, escultura e instalación en propuestas que interpelan desde lo simbólico y lo sensorial.
El Taller Aguafuerte, bajo la dirección del maestro grabador Iván Lecaros, continúa cultivando una tradición gráfica en peligro de extinción: la del grabado artesanal. Con énfasis en técnicas como la litografía, el grabado en metal y la calcografía, sus clases abren un espacio formativo donde la técnica se vincula con la experimentación.
José da Silva, por su parte, ofrece clases integrales que inician desde el dibujo y evolucionan hacia la pintura mimética, con un enfoque formativo apto para distintos niveles de experiencia. Su apuesta pedagógica busca reconectar con el oficio, sin abandonar la reflexión contemporánea.
Y como una señal clara de que el arte no termina en la obra visual, se incorpora al espacio el proyecto editorial SE IMPRIME, a cargo de Pablo Castro. Esta iniciativa independiente propone activaciones y jornadas de mediación en torno al libro de artista y las publicaciones experimentales, sumando una dimensión discursiva a la propuesta global del espacio.
Una reapertura con mirada de futuro
Más que una reapertura, lo que ocurre en Factoría Santa Rosa es una reactivación. No solo de un edificio, sino de una comunidad de artistas, gestores y públicos que reconocen en este lugar un espacio de pertenencia. En tiempos donde los centros culturales enfrentan múltiples desafíos —desde los presupuestarios hasta los simbólicos—, la reaparición de la Factoría con un modelo colaborativo, inclusivo y territorializado, marca un precedente.
En medio del tejido caótico y vital del Bío Bío, la Factoría emerge como un laboratorio de creación, circulación y formación artística, donde el arte contemporáneo se piensa no como un lujo, sino como un derecho.